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En el día de La Rioja recordamos al Cacique Juan Chalimín, luchador indígena que resistió a la conquista española, liderando fuertes resistencias. Tan importante fue para las identidades de los territorios del norte de lo que hoy conocemos como Argentina que tuvieron que descuartizarlo, distribuir y exponer sus restos para intentar doblegar y aleccionar las resistencias indígenas. Su cabeza fue expuesta en lo que hoy es la plaza principal de La Rioja.
Escribe Felipe Pigna: “Chalimín fue derrotado, ejecutado y su cabeza fue expuesta en una pica en la Plaza de La Rioja, para que se viera, en aquellos días de 1637, de qué lado estaba la “civilización”.
Compartimos fragmento de Felipe Pigna:
“En la región que hoy es el noroeste argentino existían cinco culturas predominantes: lules, tonocotés, atacamas, diaguitas y omaguacas. Las dos últimas fueron las más resistentes a la conquista, protagonizando importantes levantamientos que pusieron en jaque el dominio de los españoles sobre una zona estratégicamente relevante para el imperio español porque era el nexo entre el Alto Perú y sus riquezas mineras y el Río de la Plata.
(…) La resistencia continuó imparable hasta 1588, cuando el gobernador Juan Ramírez de Velasco logró someter a un hijo de Juan Calchaquí. Aun así, la paz lograda fue momentánea e inestable.
En 1630 se produjo un nuevo gran alzamiento en la región. El enfrentamiento comenzó cuando el encomendero Juan de Urbina descubrió una mina de oro. Los “indios”, temerosos de que se los obligara a trabajar en ella, mataron al encomendero y a su familia. Los españoles se enfurecieron y lanzaron una durísima represión sobre la región, que fue respondida como correspondía por el cacique diaguita Juan Chalemín (o Chalimín) y su gente. Atacaron las ciudades de Londres (la segunda de ese nombre en la región) y Nuestra Señora de Guadalupe, que quedaron en ruinas. Tras duros combates, en los que los hombres de Chalemín mandaron al infierno tan temido a varios españoles, el líder fue derrotado, ejecutado y su cabeza fue expuesta en una pica en la Plaza de La Rioja, para que se viera, en aquellos días de 1637, de qué lado estaba la “civilización”.