Por Haydée Santamaría. Resumen Latinoamericano, 30 de diciembre de 2022.
Che:
¿A dónde te puedo escribir? Me dirás que a cualquier parte: a un minero boliviano, a una madre
peruana, al guerrillero que está o no está, pero estará. Todo esto lo sé, Che, tú mismo me lo
enseñaste, y además esta carta no sería para ti. Cómo decirte que nunca había llorado tanto
desde la noche en que mataron a Frank, y eso que esta vez no lo creía. Todos estaban seguros,
y yo decía: no es posible, una bala no puede terminar el infinito, Fidel y tú tienen que vivir; si
ustedes no viven, ¿cómo vivir?
Hace catorce años veo morir a seres tan inmensamente queridos, que hoy me siento cansada
de vivir, creo que ya he vivido demasiado: el sol no lo veo tan bello; la palma, no siento placer
en verla; a veces, como ahora, a pesar de gustarme tanto la vida, que por esas dos cosas vale
la pena abrir los ojos cada mañana, siento deseos de tenerlos cerrados como ellos, como tú.
¿Cómo puede ser cierto? Este Continente no merece eso; con tus ojos abiertos, América Latina
tenía su camino pronto.
Che, lo único que pudo consolarme es haber ido, pero no fui; junto a Fidel estoy, he hecho
siempre lo que él desee que yo haga. ¿Te acuerdas?, me lo prometiste en la sierra, me dijiste: no
extrañarás el café, tendremos mate. No tenías fronteras, pero me prometiste que me llamarías
cuando fuera en tu Argentina, ¡y cómo lo esperaba!, sabía bien que lo cumplirías. Ya no puede
ser, no pudiste, no pude. Fidel lo dijo, tiene que ser verdad, qué tristeza. No podía decir «Che»;
tomaba fuerzas y decía «Ernesto Guevara», así se lo comunicaba al pueblo, a tu pueblo. Qué
tristeza tan profunda. Lloraba por el pueblo, por Fidel, por ti, porque ya no puedo. Después, en
la velada, este gran pueblo no sabía qué grados te pondría Fidel. Te los puso: artista. Yo pensaba
que todos los grados eran pocos, chicos; y Fidel, como siempre, encontró los verdaderos: todo
lo que creaste fue perfecto, pero hiciste una creación única: te hiciste a ti mismo, demostraste
cómo es posible ese hombre nuevo; todos veríamos así que ese hombre nuevo es la realidad,
porque existe: eres tú.
¿Qué más puedo decirte, Che? Si supiera, como tú, decir las cosas. De todas maneras, una
vez me escribiste: «Veo que te has convertido en una literata con dominio de la síntesis, pero te
confieso que como más me gustas es en un día de año nuevo, con todos los fusibles disparados y tirando cañonazos a la redonda. Esa imagen y la de la sierra (hasta nuestras peleas de aquellos días me son gratas en el recuerdo) son las que llevaré de ti para uso propio». Por eso no podré escribir nunca nada de ti y tendrás siempre ese recuerdo.
Hasta la victoria siempre, Che querido.
Haydée
Escrita en 1967, después de la dolorosa noticia del asesinato del Che en Bolivia, y publicada en la revista Casa de las Américas, No. 46, enero-febrero, 1968, p. 3. 48
Fuente: Casa de las Américas