Teófilo Briceño. Centro de Estudios Francisco Bilbao
Los términos negacionismo y negacionista son válidos en alusión a las doctrinas que niegan algún hecho importante que está generalmente aceptado, en especial si es histórico o científico.
La voz negacionismo ha sido incorporada a la vigesimotercera edición del diccionario académico con el significado de -actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto-.
En el caso chileno, la derecha y buena parte de la elite de poder, niegan la magnitud de las violaciones de DDHH, el saqueo de la Patria, el enriquecimiento ilícito de los jerarcas de la dictadura, de las trasnacionales y grupos económicos locales.
Incluso las versiones más “light” de esa derecha, reconocen excesos, pero en ningún caso una política sistémica y pensada desde los que dirigían o estaban detrás en la dirección de la dictadura terrorista. Sus cuentas son, salvaron Chile del “cáncer marxista” y bueno se tuvo que hacer así, para evitar un mal mayor.
Hay miles de matices y variantes, pero hay otro negacionismo, aquel que proviene de los sectores que aparentemente defienden a las víctimas de las violaciones a los DDHH, incluso al gobierno de la Unidad Popular, y que han gobernado desde la ex Concertación, la Nueva Mayoría y el gobierno actual.
De manera consciente han intentado, con algún grado de éxito, vaciar el contenido revolucionario del gobierno de la Unidad Popular, y POR ESA VÍA NEGARLO. Presentar una imagen sólo de víctimas (que lo son), de personas violentadas por pensar distinto y no por las acciones concretas anti-capitalistas que impulsaron. Como, por ejemplo, crear el área de economía social, que rompía el monopolio de la propiedad de las transnacionales y los grupos económicos criollos, que es la fuente inicial de todo poder.
Para estas visiones, interesadas como todas las visiones. El gobierno de la Unidad Popular, fue un gobierno más en el desarrollo natural de nuestra “republica” y fue derrocado por sus ideas, por su retórica, por sus acciones de querer ensanchar la democracia, es decir fue derrotado por aquellos intolerantes derechistas, como lo son hoy el partido llamado republicano, pero no por esa derecha “democrática” que representa el republicanismo profundo que nos caracteriza como sociedad, como lo repite hasta el cansancio el diputado del FA, Gonzalo Winter.
Se levanta con fuerza el “Nunca Más” por el FA, el PC, el llamado Socialismo Democrático, dicen además que todo extremo atenta contra la democracia, a la cual hay que cuidarla como “hueso santo”. Así las cosas, Nunca Mas significa que las FFAA no pueden actuar como en 1973, pero que tampoco puede haber un gobierno popular, como el de Allende, tan extremo que quiera poner en cuestión el tema de la propiedad privada, la gran propiedad privada, que, repetimos, es la fuente original de todo poder.
“Salvar la democracia” es eso, “nunca más” un Allende, por tanto, “nunca más” las Fuerzas Armadas, que en adelante sólo se “limitaran” a actuar como hoy, en el marco de la ley, como lo hicieron en Santa María de Iquique, La Coruña, o como en la actualidad se despliegan en el Wallmapu, amparadas e incentivadas por los anti-negacionistas del gobierno.
Hay víctimas, sí las hay, como producto de la barbarie de la dictadura, como las hay en nuestra historia con tanta matanza, como los hay en la falsa democracia y la revuelta social, pero también hay luchadores revolucionarios, sociales, detrás de un proyecto, que sí o sí, tendrán que romper con los establecido por los poderosos, como la democracia de cartón, su democracia vacía de contenido, el NUNCA MAS tiene sentido para los sectores populares, como un “nunca más” sin capacidad de defendernos.
El nuevo proyecto revolucionario, debe tener como centro, no único, la lucha por la propiedad, la gran propiedad, fuente de todo poder originario y ello conlleva el estar preparado para un conflicto violento.
¿Niega esto que debe imperar la democracia como idea profunda de soberanía?, por supuesto que no, es una condición en la correlación de fuerza en la lucha de clases y sus alianzas.
Nuestro deber es luchar por los cambios profundos, no defender el orden injusto del capitalismo actual como su modelo neoliberal y su fórmula política de democracias de baja intensidad.
A 50 años del golpe nuestro deber es levantar la organización de los pueblos, tras un proyecto de liberación y de una democracia popular y socialista como la soñó L. E. Recabarren, Teresa Flores y S. Allende, entre tantos otros hombres y mujeres insignes.